«Lughnassadh» es el nombre celta del mes de agosto, y también denomina la fiesta que tenía lugar a primeros de ese mes en honor del dios más importante del panteón celta, Lugh, una divinidad solar. Por eso a veces se representa como un león (signo zodiacal de Leo). Su nombre cristiano es Lammas, «pan» para los cristianos, que trataron así de ir relegando el culto pagano. El 1 de agosto se llevaba un pan a la iglesia. Las gentes recogían los primeros cereales, hacían panes con ellos, muñecos y collares, era un momento de fiestas y celebraciones.
Es el momento de hacer balance: qué hemos obtenido del trabajo diario, cuál es nuestra cosecha. Es una época de examen de lo que ha rendido el sol del verano, sembrado,y recogido, y si el cuidado ha sido el que necesitaba aquella semilla que plantamos en primavera.
También es ya preparación para el otoño, y la cosecha principal está aún por llegar. Hecha la trasposición correspondiente, Lammas habría que entenderlo como el tiempo de ver lo bueno que hemos cosechado y lo que deseamos para el futuro. Al tener que llegar aún la cosecha prinicpal para los meses fríos, la gente tenía miedo de que aún las simientes no llegaran a su final. Es similar a nuestros miedos cuando nos hemos propuesto algo, y dudamos de que llegue a buen término. Por esto, las religiones paganas hacen ritos de agradecimiento por esta cosecha, y de quemar los miedos y plantar o regar los propósitos. En esta primera cosecha, se criban las plantas para quedarnos con el grano, el cereal; la criba en nuestras vidas siempre es difícil, tiene su punto de tristeza y nostalgia separar el grano de lo que una vez fue hoja tierna y verde y ahora sólo paja, y que finaliza ahora una etapa en la vida. No es un final sino un principio de algo nuevo.
El verano pasa su cenit en estas fechas, su momento más intenso, y el camino ahora es hacia la oscuridad y el recogimiento: el dios Lugh se prepara para su muerte, y Hécate, la diosa de la oscuridad, para bajar al inframundo, abriendo puertas al otoño, tiempo de maduración, de cosecha, en el que los días se acortan y la oscuridad se hace cada vez más presente… Misticamente, el Dios pierde su fuerza, al pasar su punto máximo, ante la mirada triste y alegre de la Diosa, pues su semilla crece en su vientre y él renacerá en el solsticio de invierno.
¡Feliz Lughnassadh!
Debe estar conectado para enviar un comentario.